Fundado en el año de 1995 y constituido como asociación civil en el año de 1999, integrado por profesionales y especialistas en las diversas ramas del derecho, teniendo dentro de sus principales objetivos procurar la difusión de la cultura jurídica entre la sociedad mexicana, así como la asistencia social mediante la “orientación legal sin costo” en todo el territorio nacional.

martes, 12 de abril de 2011

SALVEMOS LA DEMOCRACIA

democracia_formalComo lo dijo en su momento el Lic. Jorge Alcocer, si algo diferenció, en política, a las dos décadas finales del siglo pasado, fue el tema de la democracia, su reimplantación (América Latina); implantación (Europa del Este, Asia, África), extensión a nuevos ámbitos y la generación y aceptación de nuevos derechos ciudadanos (Estados Unidos, la Europa comunitaria).

En América Latina, el proceso se centralizó en la superación de las dictaduras militares y el regreso a la democracia en las naciones más importantes del Cono Sur (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay); en la liquidación de vetustos sistemas militaristas (Perú, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras) y, un caso único, en la aparición de la competencia electoral y, al final del siglo, en la alternancia en el ejercicio del poder (México). Cuba sigue siendo la excepción.

En Europa del Este y la URSS, la caída del Muro de Berlín y la posterior disgregación de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, dio lugar a la institución de la democracia en los países que integraron ese bloque. La Europa comunitaria incluye hoy a varios de esos países, al mismo tiempo que apoya los esfuerzos por recorrer hacia ella en otros. En la vieja Europa se registra la expansión y ejercicio de nuevos derechos (tanto políticos como sociales).

La excepción, ensangrentada, fueron algunos de los países de la ex Yugoslavia, asolados por guerras civiles nutridas por odios raciales e intolerancias religiosas de larga data.

En Asia, los adelantos fueron pocos, pues el país más poblado del planeta (China), pese a su calamitoso viraje económico, mantiene un sistema político de partido único con carencia de libertades políticas y constancia de graves afectaciones a los derechos humanos.

India y Japón se han sostenido en el campo de las naciones democráticas, pero permanecen regímenes autoritarios en varias naciones (por mencionar algunos: Corea del Sur, Indonesia, Tailandia, Vietnam, Cambodia, Myanmar). África sigue siendo el continente relegado, para la democracia y para el desarrollo humano. Inician movimientos que aun nos deponen la duda si habrá avances con ellos, desgraciadamente son movimientos, que han conducido a sangrientos pugnas y masacres étnicas en diversas naciones.

Sin haber cerrado la tarea del siglo XX, al iniciar el siglo XXI una nueva asignatura surgió dentro de la agenda internacional: valorar la calidad de la democracia.

Más que preocuparse por el afianzamiento de las nuevas democracias, o de aquellas que habían retornado a ella, entre los expertos y las agencias se abrió campo el debate sobre la llamada desilusión democrática, tal y como lo ilustra el informe del PNUD sobre la democracia en América Latina (2006).

En nuestro territorio los ciudadanos parecen estar disgustados con los resultados de la democracia, a la que no atribuyen aspectos positivos en sus condiciones de vida y de trabajo ni en sus perspectivas de futuro personal y familiar. Aunque la mayoría de los ciudadanos siguen pensando que la democracia es el mejor sistema político, un segmento significativo estaría dispuesto a degollar libertades políticas a cambio de mejores resultados económicos. A lo anterior hay que agregar la generalizada decepción, de la ciudadanía por los partidos políticos, y los pobres resultados alcanzados por gobiernos manados de procesos de alternancia. Cabe considerar también que al amparo de la democracia han resurgido, en varios países de América Latina, líderes autoritarios (Chávez, en Venezuela); otros de inspiración étnica (Evo Morales, en Bolivia), o auténticas rémoras de otras épocas (García, en Perú; Ortega, en Nicaragua). Pero aun en países de más importancia regional la democracia no ha corrido con mejor suerte.

En Argentina se ha impuesto una cúpula gobernante fundada en lazos matrimoniales y de negocios, mientras que en México los resultados de las elecciones presidenciales de 2006 sometieron al sistema electoral, construido a lo largo de tres décadas, a una prueba que todavía no alcanza a ser superada.

En su inicio, al menos para nuestro territorio, el problema parece emanar de una sobreventa de expectativas democráticas; de haber asignado, o pretendido asignar, a la democracia tareas que no le corresponden, como la bienandanza económica, la distribución del ingreso, la supresión de la marginación, el atraso y la pobreza. Los ciudadanos fueron esperanzados por políticos y un partido irreflexivos y populistas, con promesas de progreso económico, general, familiar y personal, que la democracia y sus resultados electorales no podían asegurar. En tal contexto, la desilusión democrática ha sido inevitable.

La respuesta de las élites gobernantes, ha sido el retorno a los discursos cargados de un nacionalismo trasnochado, patriótico, que recuerda las épocas que nos han contado donde todo era culpa del “imperialismo” del gobierno norteamericano. El discurso tiende un velo para ocultar los errores, corruptelas e irresponsabilidades que han marcado a no pocos gobiernos de la región, emanados de procesos comiciales formalmente democráticos. El otro componente del engaño es el retorno a la “solidaridad” con Cuba y el alineamiento de varios gobiernos en torno a un supuesto “eje bolivariano” encabezado por el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Otro componente de la desilusión en la democracia ha sido el fenómeno de la permanencia, por la vía electoral, en el poder.

Mientras que uno de los elementos centrales en los transcursos de retorno a la democracia fue la aceptación de candados de no reelección indefinida en casi todas las constituciones que fueron aprobadas al calor de las transiciones que liquidaron las dictaduras militares, a lo largo de finales del siglo pasado y en los primeros años del actual se originó el fenómeno inverso. Argentina, Colombia y Venezuela son ejemplos de ese tipo de retrocesos.

Finalmente, cabe mencionar la involución registrada en los sistemas de partidos de varias naciones de la región. Por una parte, se constata el surgimiento de partidos, que solo sirven a las causas y ambiciones de un líder carismático, cuyo objetivo único es hacerse del poder; en otros casos, el líder histórico terminó por liquidar a su propio partido, convirtiéndolo en maquinaria a su servicio.

Hay también casos de partidos que habiendo jugado papeles determinantes en los procesos de transición terminaron a la orilla en los años siguientes, reducidos a grupos sin influencia electoral. En los dos polos ideológicos -izquierda-derecha- se encuentran casos de mutaciones radicales en las estructuras y prácticas de los viejos partidos (por ejemplo, en el caso del Partido Justicialista -peronistas- en Argentina, o en la Unión Cívica Radical de ese mismo país o en la Democracia Cristiana chilena).

México no ha sido ajeno al proceso de mutación de los partidos políticos; en el caso del PAN y el PRD, con sus alianzas solo demuestran que sus cambios son con la finalidad de convertirse en maquinarias electorales al servicio de grupos internos, o del gobierno en turno, es más que evidente. No es casual que todas las encuestas en la materia ubican a los partidos políticos mexicanos en el último lugar de valoración social y aprecio institucional. Y las labores de estos partidos no ayudan a cambiar esta perspectiva de la ciudadanía.

Por todo lo anterior es pertinente el análisis y debate sobre la calidad de la democracia, de nuestros partidos políticos, de los candidatos para las elecciones del 2012, pues de ello dependerá, en gran parte, no sólo la consolidación de los avances ya alcanzados, sino también, cerrar el paso a procesos de reversión de la propia democracia, como los que estamos viendo en varios países de América Latina.

La democracia tiene valor por sí misma; es el conducto y procedimiento que mejor permite que la diversidad política corra por cauces institucionales, legales, civilizados. La democracia no está hecha para asegurar bienestar social ni progreso económico, pero sin ella será imposible alcanzarlos, la democracia quizás no se agote en las elecciones, pero se funda en ellas.

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